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Doña Josefa Toledo (1866-1962)

Lunes 26 de mayo de 2014, por CEMH

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Desde la remota antigüedad a las mujeres nos dejaron al margen de la historia oficial, escrita por y para los hombres. Esta historia falseada nos ha vuelto invisibles, nos dejó huérfanas de nuestro pasado. Para reescribir la historia desde el punto de vista de las mujeres, aprender a valorarnos y a confiar en nuestra capacidad, necesitamos tener conciencia de nuestra historia personal, colectiva y la del movimiento. Para esto es preciso saber de dónde venimos, quiénes eran las mujeres anteriores a nosotras, aquellas que con sus acciones contribuyeron a la lucha por la equidad de género. Estas mujeres memorables son nuestras ancesteras. En esta sección vamos a hablar de ellas : sus vidas, sus luchas, sus contradicciones, sus victorias.

A menudo ocurre que el aporte de las mujeres a la política, la ciencia y el arte queda invisibilizado y olvidado, pero a veces los logros de una son tan grandes que no hay manera de ignorarlos. Pero de todos modos, lo que le dan a conocer a la gente es una imagen incompleta, a la cual le han quitado partes que contradicen a la creencia tradicional de cómo debemos de ser las mujeres.

Eso fue lo que ocurrió con doña Josefa Toledo de Aguerri. Mucha gente la conoce sólo como una maestra de generaciones, pero se habla muy poco de que ella fue una de las primeras feministas nicaragüenses.

Se definía a sí misma como feminista y se sentía orgullosa de serlo. Incluso escribió en uno de sus artículos que « el primer feminista fue Dios ». Ahora todos la elogian y dicen que era una mujer intachable, pero en su época la acusaban de sinvergüenza y destructora de valores morales, porque Josefa Toledo no creía que las mujeres nacían sólo para ser amas de casa.

La vida de Josefa Emilia Toledo Murillo fue larga, interesante y a ratos, bastante difícil. Nació en Juigalpa, Chontales, el 21 de abril de 1866. Su padre era comerciante y ganadero, pero falleció de repente cuando la niña tenía apenas tres años. Con esta muerte el bienestar económico de la familia se vino abajo. La madre de Chepita tuvo que trabajar duro para mantener a sus cuatro hijos. La muchacha creció en un ambiente de sacrificios y esfuerzos. Tal vez de allí nació su convicción de que las mujeres debían tener preparación para poder valerse por sí mismas. Ahora muchas personas ya están de acuerdo con esta idea, pero en el siglo pasado la cosa era distinta. Las mujeres rara vez avanzaban en sus estudios más allá de las primeras letras.

De niña, Chepita era traviesa y no le gustaban para nada los estudios. A los siete años todavía no sabía leer, porque la forma de enseñar en aquel tiempo era muy aburrida. Haciendo un gran esfuerzo, su mamá la envió a Masaya, adonde la conocida maestra Paulina Vega, bondadosa y paciente. Ella al fin logró que la chavalita se interesara en las clases. Al completar el tercer grado de Primaria, que en ese entonces era lo máximo para las mujeres, Josefa Emilia regresó a Juigalpa. Allí se dedicaba a los quehaceres domésticos y leía todo lo que caía en sus manos : novenas, oraciones, libros de santos... Por mera casualidad encontró un folleto sobre el Colegio de Señoritas de Granada y declaró a su madre que quería ser maestra.


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